Hace algunas semanas, un miembro de nuestro equipo publicó en sus redes sociales con mucho orgullo un nuevo cambio en su carrera profesional dentro de la empresa. La forma con la esta persona expresó su motivación para enfrentar el nuevo reto, sus ganas, su alegría, pero también el impacto positivo genuino que esto generó en todos quienes le rodeamos, fue algo que me puso (nuevamente, cuando se dan estos casos) muy contento y que me motivó a escribir estas líneas.
La identificación de los desafíos correctos para las personas que trabajan en nuestro equipo y el acompañamiento en ese viaje es una de las tareas mas relevantes que tenemos quienes estamos en posiciones de liderazgo. Provocar esos desafíos, alinearlos con el negocio, pero también con las competencias actuales/potenciales y con el gusto/interés de las personas, es algo fundamental.
Del lado del líder ver, apreciar y sobre todo reconocer el crecimiento que las personas van experimentando como consecuencia de este viaje es, a mi juicio, una de las experiencias que más satisfacción me genera como líder, y por eso lo identifico como “el mejor regalo que puede tener un líder.
Comparto algunos comentarios relacionados a este tema:
Un click muy importante
Una vez, cuando recién arrancaba a ocupar roles con personas a cargo, alguien me dijo: “Cuando te alegren más lo goles que hagan las personas de tu equipo que tus propios goles, ahí habrás hecho un “click” muy importante: te darás cuenta de que este nuevo trabajo, el de ser jefe, es para vos”. Con el paso del tiempo, lo fui entendiendo mejor y hoy no tengo dudas de que es así.
Todos tenemos nuestro orgullo y no hay mejor motivador que lograr objetivos y superar desafíos. Ahora bien, en las organizaciones, y en particular en los roles de liderazgo, los logros son a través del equipo y nadie más que el líder debe vivir eso de esa manera.
Ser fabricantes de desafíos
Parte de las funciones más relevantes que tenemos como líderes es ser fabricantes de desafíos para las personas de nuestro equipo. Esto es un desafío en sí mismo (valga la redundancia), pues hay que equilibrar varios aspectos, como las necesidades del negocio, los tiempos de ejecución, las capacidades que se requieren, las capacidades actuales y, con todo eso en cuenta, asignarlo a la persona adecuada.
Por otro lado, para generar el efecto completo es importante considerar que esos desafíos deben tener algunos atributos clave, como requerir aprendizaje de las personas que lo tomen (deben generar un crecimiento), representar un éxito alcanzable (pero no garantizado), así como generar una gran satisfacción si se logra. Por otra parte, su riesgo debe ser moderado, que genere un estrés positivo (y no destructivo).
Se trata de un trabajo en equipo entre el líder y la persona y requiere esfuerzo de ambas partes
Si el desafío está bien puesto, llevará su tiempo, dificultades, miedos, tropezones; pero no solo para la persona que lo tome, sino también para el líder.
La persona tendrá que poner todo su esfuerzo, pero el líder también deberá hacer su trabajo, dejando hacer, motivando, respaldando e interviniendo cuando sea necesario.
Muchas veces, podrá haber presiones de tiempo o tentaciones de intervenir “para ayudar”. En estos casos es muy importante no perder de vista el camino de desarrollo que estamos buscando con el desafío y saber equilibrarlo con los objetivos de negocio u operativos asociados a la asignación.
Del lado del individuo desafiado, requiere apertura para aprender, enfrentar cosas nuevas, jugar en un terreno no conocido y, por supuesto, actitud y persistencia.
Asimismo, implica la disposición a pedir ayuda, no solo al líder sino también a otros miembros del equipo, quienes tienen que conocer el contexto del desafío, lo que va a ayudar mucho (y genera un efecto sinérgico que se va replicando horizontalmente).
Lo importante de la comunicación
Como siempre, la buena comunicación juega en estos procesos de desarrollo un rol fundamental. Tanto cuando vamos a comunicar el objetivo/desafío (expectativas, visión del resultado final) como durante el proceso (feedback, cambios tácticos, seguimiento) y al final del ciclo (reflexionando hasta dónde llegamos y, sobre todo, reconociendo si el proceso se recorrió de manera positiva, en cuanto a resultados y al crecimiento personal).
Esto último me parece muy importante. Como líderes, debemos frenar y reflexionar junto con nuestro colega el camino que transitó; mirar hacia atrás, recordar momentos, poner en palabras el antes y el después. Cuando el ciclo fue exitoso, es un momento increíble que ambas partes y también quienes nos rodean deben disfrutar, reconocer y debe ser motivo de alegría para el equipo en general.
Por suerte, hace tiempo que muchos en Quantik tenemos la oportunidad de experimentar ciclos de este tipo, que terminaron con ese “gran regalo”.
Muchas personas vienen recorriendo viajes increíbles, que al comienzo parecían muy difíciles y que luego ellos mismos se dieron cuenta de que sí podían transitarlos (y de excelente manera).
La alegría que eso produce en el líder es muy especial, así como la motivación que genera en la persona por demostrarse a sí misma su avance y sus logros. Ni que hablar el impacto en el resto del equipo y en el logro de los objetivos comunes.
¡Ojalá este año y los que siguen vengan con muchos de estos regalos! Y que los líderes actuales y los nuevos sigan realimentando el proceso; eso seguramente significará que estaremos creciendo como equipo y que la organización es un lugar donde las personas se desarrollan, crecen y, por ende, un lugar del que vale la pena ser parte.
Por Rafael Staricco, CEO & Board Member de Quantik